lunes, 29 de noviembre de 2010

PARDILLO PIERDE

PARDILLO PIERDE

Tras marcarse un farol que no coló, McMeiniac perdió todas sus pertenencias, que quedaron expuestas a los ojillos de buitre del gordo, cuyo sudor empapaba su camisa y enrarecía el ambiente más que el puro a medio fumar que sujetaba entre sus dedos de morcilla. Los demás miraban, sin decir nada, casi sin respirar, escudriñando alternativamente los rostros de los contendientes, tratando de adivinar sus cartas. Todos sabían que McMeiniac era un pardillo, con su aspecto de niño bien criado en colegio inglés. Su papá tenía mucho dinero, así que era presa fácil. El gordo, mejor que nadie, sabía distinguir a las personas. Se decía que para poder jugar con el gordo en igualdad de condiciones, lo mejor era ponerse una máscara y gafas de sol, para que no pudiera leerte el pensamiento con sólo mirarte.
Las llaves del Audi quedaron sobre el tapete verde. Y el Rólex de oro. Y el gran fajo de billetes de cien euros. Incluso los casi tres gramos de cocaína que había comprado por la tarde. Ahora todo era del gordo, que sonreía, pero no decía nada. Fue MacMeiniac quien habló. Parecía a punto de ponerse a hacer pucheros.
-Por favor, Gordo, déjame una revancha. - su tono era suplicante.
-Por mí muy bien, pero otro día. No sé qué más podrías perder hoy. Supongo que podrías apostar tu traje italiano y tus zapatos, pero ya imaginarás que nada de eso es de mi talla. Vuelve cuando quieras, por aquí me encontrarás.
-Puedo ir al cajero. Tardo poco. Y echamos otra partida.
-Mira, MacMeiniac, pronto amanecerá. Llevamos toda la noche jugando. Estoy cansado y borracho, y necesito dormir. No quiero jugar más. Has perdido todo, y la partida se ha acabado. Vuelve otro día y echamos la revancha.
Pero el joven ha cambiado su tono de súplica por una voz chillona. Está furioso.
-No me jodas, Gordo. Tengo derecho a …
-¡Calla! - le dice uno de los espectadores, un tipo alto y fuerte, al que MacMeiniac no había prestado atención, desconociendo que era el matón del gordo. Le está apretando contra la nuca una pistola que ha sacado del bolsillo. - Es pequeña, de poco calibre, pero te aseguro que a esta distancia, tu occipucio va a desayunar plomo a palo seco, sin condimentos. Mejor calla y vete.
Todos miraron el culo de McMeiniac mientras desaparecía. Se había cagado.