miércoles, 2 de marzo de 2011

QUEJAS MUDAS

QUEJAS MUDAS

Me lo encontré por casualidad, cuando volvía de tomarme unas cervezas. Consciente de que no aguantaría hasta llegar a casa, me paré a orinar contra un árbol del parque. Antes de que me subiera la cremallera, alguien dijo a mi espalda “¡ahí no!”. Al girarme, le vi. Era un tipo muy raro, calvo, y con la cabeza muy grande, en forma de huevo. Apenas tenía dos agujeritos por nariz, pero sus ojos eran enormes y redondos. Vestía una especie de mono a cuadros, con colores muy chillones, que terminaban de darle un aspecto estrafalario. Dio un estornudo, y me asusté un poco al ver que su pecho se comenzaba a ensanchar y contraer de un modo asombrosamente rápido. Su boca comenzó a emanar un denso vapor verde. Dudé entre salir corriendo sin mirar atrás, o dejarme arrastrar por la curiosidad.
-Perdona,- me dijo - es que todavía estoy aclimatándome a vuestra atmósfera.
-¿Cómo dices?- yo ya había decidido que me quedaba.
-El aire de Emporio es parecido al vuestro, pero no exactamente igual. Mis cinco pulmones echan de menos el silicio y el potasio. Pero se acostumbrarán pronto. Además me duele la cabeza, y me caigo de sueño. Creo que tengo jet lag. Claro, un viaje tan largo…
-¿Cinco pulmones, me tomas el pelo? Y eso de Emporio, ¿qué es, una multinacional norteamericana?
-¡Oh, no! Es una luna que orbita Kazike, un gigante gaseoso en el sistema de una estrella llamada Emperatriz, a unas trescientas docenas de años luz de aquí.
-¿Cómo que docenas?
-Sí, es que nosotros usamos el sistema sexagesimal, que nos es más cómodo, porque tenemos seis dedos, mira. - y me enseñó las manos. Efectivamente, tenía seis dedos larguísimos, seguro que sería buen guitarrista si se lo propusiera.
-Y oye, ¿cómo que sabes mi idioma?
-En realidad estamos hablando telepáticamente. Por eso te grité que no orinaras contra el árbol. El pobre árbol estaba protestando “¡aquí no, aquí no!”. Comprendí que tu no le oías, y te transmití sus quejas.
Sonó un zumbido, no sé muy bien de dónde venía, y me dijo:
-Tengo que irme, mi mujer me llama para cenar.
Se formó una extraña burbuja que parecía estar hecha de agua, del tamaño de una naranja, justo en frente de él. La tocó con un dedo, y desapareció, en un estallido de luz y energía.